CAP 5 RECUERDOS

Subí rápido a mi habitación como me dijeron, la mayoría de mi ropa favorita ya no estaba, saqué una caja del armario y la abrí, eran todos mis recuerdos con Roger y mi mamá.

Tomé la caja y abrí el cajón de mi escritorio llevando mi libreta de canciones, mi piano eléctrico y bajé.

El mayordomo negó. “No puede llevarse el piano será un problema. Mire a hacia la sala y observe el gran piano de cola que era de mi madre, mis lagrimas empezaron a salir.

El mayordomo tomó mi mano, sabiendo por qué lloraba. “Lo siento señorita, pero no hay forma de llevarse ninguno de los dos, afectaría el viaje y el piano de su madre es muy grande, no hay tiempo para moverlo.

Asentí a Moisés triste, él me conocía desde bebé y sabía lo que me importaba las cosas de mi mamá, me acerque al gran piano y lo acaricie delicadamente recordando algunos momentos que pasé con mamá.

Mis lágrimas corriendo por mis mejillas, abracé fuerte a Moisés. "Cuida el piano de mi mamá, búscale un buen lugar donde lo cuiden y lo amen como yo lo he amado estos años".

Moisés sonrió. "Lo prometo señorita".

Caminé a la salida de la casa con mis cosas, mi padre estaba afuera esperándome, subí al auto y observé cómo él miraba detenidamente la mansión, su rostro era triste y sombrío, estábamos dejando todos nuestros recuerdos con mamá, dejaríamos todo porque papá no fuera a la cárcel, él ya era muy mayor, su cabeza estaba llena de canas y el ver en este momento su semblante me quebró.

Subió al auto junto con Moisés el mayordomo y arrancaron el coche. Me gire para observar por la ventana de atrás como iba desapareciendo poco a poco la gran mansión.

Cuando ya no estaba a la vista, triste me acomode en el asiento abrazando mis cosas.

Llegamos a la central de autobuses, cuando yo estaba apuntó de bajar del coche, observe como papá le daba un fajo de dinero a Moisés, este negó diciendo. “Señor lo necesitarán”.

Mi padre hizo que lo tomara. “Debes repartirlo entre los trabajadores y disculparme por no poderles dar lo que se merecen, todos fueron buenas personas y espero arreglar esto pronto… si es posible dales las gracias”.

Yo bajé mi rostro triste por las palabras de mi papá. Yo también esperaba que las cosas se arreglaran, no quería que mi papá fuera a la cárcel.

Mi padre salió del coche junto a Moisés, después de unos minutos me pidieron que saliera y me dieron mi boleto.

Lo leía y llevaba otro nombre, observé a Moisés, quien me miró y sonrió. “No deben saber a dónde van, le pedí a una mujer que comprara los boletos”.

Mi padre y Moisés se abrazaron fuerte, ellos a pesar de que era jefe y empleado eran amigos de años.

Moisés le dijo a mi padre. “Cuídate Arturo, cuida de tu hija”.

Mi papá con lágrimas amenazando con salir asintió. “Cuídate Moisés”.

Subimos al autobús y me quedé viendo por la ventana a Moisés que estaba de pie esperando a que el autobús se alejara, suspiré recargándome en la ventana triste, los recuerdos de mi vida aquí venían a mi mente…

Recuerdo de Lili…

Papá restauró el piano de cola hace un tiempo y cada año le mandaba hacer mantenimiento, era de mi madre, es mi adoración, es color caoba y decora la gran sala de mi casa, me ayuda a crear hermosas melodías.

Hoy vestía una blusa morada me fascina ese color, pantalón de mezclilla con balerinas negras, a pesar de que mi familia era acomodada me gustaba vestir sencilla, solo usaba brillo de labios y a veces usaba sombras en mis ojos, pero solo en ocasiones especiales.

Mi madre Gloria Montalvo también era artista, trabajó la mayor parte de su vida en foros de televisión y escenarios, llegó a grabar dos discos, pero cuando yo nací ella dejó el medio artístico por problemas de salud dedicándose a la familia.

Mi padre el señor Arturo Montalvo tenía una fábrica de alimentos procesados muy prestigiosa, le iba muy bien, las recetas de sus alimentos mayormente eran de familia, éramos muy felices hasta que mamá murió hace dos años de un infarto. Esta tragedia nos cambió la vida por completo a mi papá y a mí.

Son las doce del día, todavía tengo una clase pendiente a la una, así que decidí quedarme debajo de un gran árbol cerca del aula, es uno de mis lugares preferidos.

Revisaba mi libreta de apuntes de color morado, ahí escribo los versos que se me ocurren en el transcurso del día para crear mis canciones, agradezco que mamá me heredo los genes de compositora y su talento en la música.

Escribía algunas frases que venían a mi mente cuando noté ese olor que me encantaba, sentí que alguien acarició mi cabello negro delicadamente y se sentó a un lado mío.

Roger Adams mi mejor amigo de toda la vida, es un chico alto de tez clara y ojos verdes claros que tenían algunas líneas grises haciéndolos únicos, su cabello es castaño claro y sus facciones son perfectas, su sonrisa es la más linda y dulce que conozco, lástima que hace ya un tiempo que no la muestra.

Hoy vestía unos jeans y playera a cuadros en color azul y blanco, llevaba las mangas arremangadas y dejaba ver su reloj negro que le regale cuando fue su cumpleaños. 

Junto a su reloj llevaba una pulsera delgada de plata igual a la mía, recuerdo cuando las compró, fue un día de San Valentín, eran pulseras de amistad, llevaban nuestras iniciales grabadas, pero no unidas por la Y famosa de parejas.

“Hola Lili, ¿Terminaste tus clases?”.

Levante mi rostro para verlo. “No, me falta una de la tarde”.

Roger estiró sus brazos hacia arriba. “Yo terminé por hoy, estoy cansado”.

Yo negué con la cabeza. “Volverás a saltarte las clases”.

Roger se recostó en el gran árbol cerrando sus ojos. “Sabes que me aburro mucho, ya aprendí todo lo que dicen en la clase”.

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