271. ENEMIGOS COLABORANDO
Rodrigo me mira acostada en una cama del hospital, acariciando mi vientre. Está muy intrigado por qué cuido tanto mi embarazo. Sabe muy bien que no me gustan los niños. Entonces, ¿por qué me aferro tanto a este? ¿Quién será el padre?
—¿Cuándo va a venir el doctor, Rodrigo? Me duele mucho —pregunto impaciente.
—Ya te pusieron ese suero y dijeron que debes estar tranquila —responde con desgana.
—No quiero perder al bebé —repito una vez más—. ¿Por qué tenías que ser tan brusco?
—Tú me lo pediste, Lyssa. Querías que fuera salvaje —me recuerda con sarcasmo Rodrigo, refiriéndose al acto sexual que tuvimos y que me ha traído al hospital.
Las palabras de Rodrigo, cargadas de ironía, resuenan en mi cabeza mientras mi mirada se fija en el suero que gotea lentamente, controlando mi dolor físico pero incapaz de apaciguar el caos en mi mente.
Acaricio mi vientre una vez más, buscando algún tipo de consuelo, una señal de que todo estará bien. Pero Rodrigo sigue ahí, mirándome con esa me