Después del recorrido por la nueva empresa, hemos regresado a nuestra casa. El timbre de la puerta suena para nuestra sorpresa. Es de noche y no esperamos visitas, ni mucho menos deseamos recibirlas. Leonard se levanta para ir a ver de quién se trata por la cámara de seguridad.
—Clío, amor, tienes que venir —lo escucho desde la puerta. —¿Para qué, amor? —pregunto perezosamente desde el sofá, donde estoy tirada descansando junto a Alan. —Aquí hay un vaquero que dice que es tu papá —dice Leonard desde la puerta, para mi asombro. Al escuchar lo que dice, no puedo creerlo. No esperaba escuchar eso jamás; no sé cuántos años han pasado desde que mi padre me visita. —¡¿Qué?! ¡¿Papá?! —salto del sofá y salgo corriendo a ver la pantalla de la puerta