Los invitados compartieron un gesto de asombro. Esa era la posesión más preciada de la familia y pasarla a Soledad era algo que no esperaban. Ella, también incrédula, se acercó a donde Jordano para recibir los documentos que la convertían en dueña absoluta de todo. En medio de una sonrisa forzada, Jordano le dijo al oído:
—Es hora de irnos.
Le extendió el micrófono y ella lo tomó con las manos titubeantes. Sin embargo, al ver el rostro descompuesto de Sandra, el ego de Soledad se elevó y se dirigió a sus invitados con una fluidez inesperada.
—Hoy hemos dejado de ser dos familias para ser una sola, no me esperaba esto. He de compartir con ustedes que me siento complacida, agradezco a mi esposo que no ha escatimado esfuerzos por hacerme sentir bien hoy. Además, quiero aprovechar este espacio para decirles que tengo que retirarme, pero esta es su casa, disfruten y pásenla bien. Dejo la posta como anfitriones a mis papás, para los cuales pido un aplauso: Diana y Raúl Sampedro y, por qué n