El viaje de regreso a la mansión fue un ejercicio en tensión contenida. Camila podía sentir la rabia emanando de Alejandro en olas casi tangibles. Marcus conducía en silencio, sus ojos ocasionalmente encontrándose con los de ella en el espejo retrovisor con expresiones de advertencia.

Cuando finalmente llegaron, Alejandro salió del auto antes de que se detuviera completamente. Camila lo siguió más lentamente, sus tacones haciendo eco contra el mármol de la entrada.

Marcus la detuvo con un toque suave en el brazo.

—Señora, tenga cuidado. Está... diferente esta noche.

—Siempre es diferente—, respondió ella, pero había algo en el tono de Marcus que la hizo pausar.

—No de esta manera. Esta noche lo vi perder el control. Eso no sucede con Alejandro Montes. Nunca.

Las palabras deberían haberla asustado. En cambio, sintió