Capítulo 8 segunda parte

George tuvo que salir del edificio y lo primero que vio fue la terraza aledaña a la sala de juntas.

Recostó sus manos en el barandal y respiró profundo. Tenía que calmarse.

Elevó su rostro al sol, dejó que le bañaran sus rayos y respiró, una y otra vez, para calmarse un poco, relajar los músculos, liberar tensión.

Llevaba consigo una serie de sentimientos que le incomodaban, pero el problema no radicaba en sentirlos, sino por quién los sentía. Muchos pensaban que su vida era adrenalínica, defendiendo cargos difíciles, topándose con obstáculos enormes que para él no eran nada, entrando y saliendo de proyectos de gran envergadura junto al consorcio de Max, pero la realidad era que George J. Miller consideraba haber forjado una vida sencilla a sus treinta y ocho añ0s de edad, a pesar de no parecer así a simple vista. Entonces, sentir aquello, tantas cosas juntas: duda, rabia, celos… No deseaba meterse en problemas, solo ejecutar un plan, darle solución rápida a

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