Pasaron dos años desde la batalla contra Oscuridad. La Manada del Lago Claro se había convertido en un refugio para lobos de todas partes — manadas que habían perdido su territorio, lobos solitarios que buscaban un hogar, crías abandonadas que necesitaban cuidados. Ahora había más de cincuenta lobos en total, y el campamento se había extendido por toda la ladera de la colina, con guaridas grandes y cómodas para todos.
Tormenta y Trueno estaban ya viejos — sus pelajes estaban grises y tenían dificultades para caminar, pero su liderazgo seguía siendo firme. Carlos era el que se encargaba de la mayoría de las tareas diarias: organizar las cacerías, resolver conflictos, ayudar a los nuevos lobos a integrarse. Garra, por su parte, se había convertido en el consejero de la manada — su experiencia le permitía dar buenos consejos a los jóvenes y a los líderes.
Los jóvenes lobos habían crecido mucho. Sombra era ahora un macho fuerte y inteligente, con el mismo coraje que Carlos. Brillo era una