Su agarre es brutal, causando un mar de sensaciones en el cuerpo de Sofía. Esas inmensas ganas de ser domada y acabada por ese hombre la tienen a un hilo de perder la cordura. Di Napoli no pierde el tiempo y su lengua acaricia sutilmente la oreja de Sofía, haciéndole morder el labio y cerrar sus piernas, pero este las hace abrir y ella se agita.
—¿Me crees? —le susurra al oído, un tono de voz suave, ronca, exquisita.
Sus grandes manos exploran el cuerpo de Sofía y algo que le encanta de ella son esas jugosas piernas tan llamativas. La chica arquea la espalda y suelta un gemido inconsciente por sus perfectos toques que la hacen arder.
—Esto y mucho más te voy a hacer sentir.
—No... no tan rápido —jadea, cerrando y abriendo los ojos, necesitando más de él.
—No tenemos tiempo para tus juegos, te recuerdo que una cena nos espera.
—Exacto, y yo... —ella se gira para mirarlo a los ojos—. No estoy para un rapidito.
—¿Te gusta que te den duro a largo tiempo?
—A mí me gustas tú y lo sabes muy