Se sentaron a la mesa. Isabela se posicionó inmediatamente al lado de Thor, posando la mano sobre el muslo de él con intimidad exagerada. Celina se sentó más distante, del otro lado de la mesa, forzando una sonrisa sin gracia mientras Angélica trataba de mantener la armonía, comentando sobre la decoración nueva de la casa, los planes para el fin de semana y lo feliz que estaba por ver a todos reunidos.
Thor apenas respondía. Solo observaba a Celina en silencio, viendo la incomodidad crecer a cada segundo.
Isabela, por su parte, parecía en éxtasis. Tocaba a Thor todo el tiempo, se reía fuerte de chistes que no tenían gracia, se refería a él como "mi amor" en cada frase, como si hiciera cuestión de reafirmar su lugar.
—A Thor siempre le encantó este vino —dijo ella, llenando la copa de él sin ser invitada—. ¿Recuerdas cuando lo tomamos en la Toscana?
Celina apretó los labios, desviando la mirada. El nudo en la garganta comenzaba a formarse.
Thor cerró los ojos por un instante, respi