La noche caía lentamente sobre Dubái, tiñendo el cielo de tonos dorados y púrpura. La suite de lujo parecía más fría de lo que el aire acondicionado podría justificar. Thor estaba de pie en la terraza, con una nueva botella de whisky encima de la mesa. Aún sentía el sabor amargo de la discusión con Celina, la conversación que escuchó de ella con Gabriel y de aquello que se negaba a nombrar: dolor.
Cuando el celular vibró encima del aparador, respiró profundo. Estaba listo para ignorarlo de nuevo, pero al ver el nombre de su madre en la pantalla, dudó.
"Mamá"
Contestó, aclarando la garganta y tratando de sonar menos destruido de lo que estaba.
—Hola, mamá.
—Hola, hijo mío... ¿estás bien?
Thor cerró los ojos por un segundo. Su voz era una caricia, pero también un gatillo. Ella siempre supo cuando él no estaba bien.
—Estoy... —mintió—. Un poco cansado. Muchas reuniones.
—No pareces cansado, pareces abatido —dijo con suavidad—. ¿Qué está pasando, Thor?
Él caminó hasta el sillón y