Thor se pasó la mano por el cuello, nervioso tratando de aliviar la tensión. Como si la tensión lo estuviera sofocando, pero solo aumentaba. Los recuerdos venían en olas: el cuerpo de Celina alejándose, su mirada clavada en la de él, el dolor estampado en su rostro, la forma como se quedó al verlo ahí, en el cuarto, con la azafata. La reacción de ella... aquello lo golpeó de lleno. Aquello lo movía más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Volvió a mirar fijamente el espejo, ahora con un semblante endurecido, forjando la armadura que conocía tan bien. Concluyó lo que ya trataba de repetir como un mantra.
—Fue mejor así... —dijo con la mirada más sombría ahora, en voz baja, como si necesitara creer en su propia mentira—. Ahora ella no va a nutrir ningún sentimiento por mí. Va a odiarme. Y eso es lo que quiero... eso es lo que necesito.
Cerró los ojos, tragando saliva.
—Nunca más me voy a atar a mujer alguna. Nunca más le voy a dar a alguien el poder de destruirme.
La frase resonó e