Como depredador a su presa.
Narra Ignacia.
Matías estaba enfadado, sus ojos ardían de rabia y sus mandíbulas se apretaban rítmicamente como si luchara internamente con todos sus demonios que por cierto tienen que ser muchos porque este hombre es la persona más calculadora y malvada que he podido conocer y no sé por qué a pesar de tener eso claro me sigue atrayendo cómo el panal a la abeja.
«¿Qué está tratando de hacer?» Pensé confundida.
—Odio que me golpeen y te lo advertí— manifestó a través de sus dientes apretados y empezó a dar pasos hacia mí.
Comencé a moverme hacia atrás, empujando nerviosamente mis talones del suelo. Se quitó cada botón de la camisa con calma y tras terminar la tiró sobre un diván. Entonces me quedé sin aliento cuando vi sus pectorales fuertes, y de lado izquierdo un nombre tatuado y debajo del mismo un corazón con lo que parece ser una daga clavada, pero a todo esto lo que más me llamó la atención fue verle una venda en el brazo derecho.
«Está herido» una parte de mí se preocupó, qui