Capítulo 3. La novia de mi padre

Maya, luego de salir de su asombro, vio a Theodore con una expresión de molestia, y a sus amigas con rabia mientras las cuestionaba mentalmente «Para tener amigas como esta, mejor no tener ninguna», se dijo, sin embargo, no estaba dispuesta a dejarse intimidar, porque si lo permitía ahora, en el futuro, estaría jodida pensó con mucho acierto.

—Era mi despedida de soltera… tengo derecho a pasarla como me dé la gana, ¿Tienes alguna objeción? —inquirió en tono imperativo—. Porque si es así, todavía estás a tiempo de arrepentirte, tú sabes que… —antes de ella continuar hablando, el hombre se acercó.

—Maya, sabes que nunca voy a limitarte… siempre podrás hacer lo que desees, solo quiero que estés bien, cuidarte y que seas feliz, tu padre lo habría querido —pronunció acariciando suavemente su mejilla, el contacto del hombre, en su rostro le causó repulsión y se alejó de manera discreta, simulando su expresión de asco.

—Bueno, te dejo para que te pongas hermosa, nos vemos en la iglesia, te traje la lencería para la luna de miel, espero sea de tu agrado —se volvió a acercar a ella para besarla y apartó su rostro, por lo cual su beso terminó dándoselo en la mejilla.

Cuando el hombre se fue, Maya cerró la puerta con una expresión de mal humor y se giró para reclamarle, a sus amigas.

—¡Son unas rastreras! —exclamó indignada, ante la sorpresa de sus amigas—, por lo menos pudieron haberme avisado a mi celular, nada les costaba.

—No vengas a culparnos, cuando la única responsable eres tú… te vi coqueteando con ese hombre, ¿Acaso fuiste capaz de irte a acostar con él cuando sabías que te casabas tan solo en unas pocas horas? —inquirió Leonor con incredulidad.

—Eso no es asunto tuyo de nadie, lo que haga o deje de hacer —expuso con frialdad.

—Maya, estás muy cambiada, no eres ni siquiera la sombra de la chica inocente que solías ser antes de venirte de Patra ¿Qué te hizo cambiar? Y no me refiero solo a tu aspecto físico, sino también a tu corazón, tu carácter. No deberías aceptar casarte con Theo, tan solo tienes diecinueve años, y él tiene cincuenta y ocho años, te triplica la edad, ¿Crees que podrás ser feliz con un hombre que no podrá hacerte sentirte mujer? Él no va a poder complacerte en la cama, ¿Pretendes convertirte en una mujer amargada? —interrogaba su amiga tratando de persuadirla.

—Theo aún se ve joven, parece como de diez años menos, además, no importa que no me complazca en la cama, con tal lo haga dándome todo lo que necesito, no me importa, el dinero es lo único que mueve al mundo, no estoy dispuesta a pasar nunca más necesidad, por eso debo lograr que ese viejo ponga todos los bienes a mi nombre —expresó alzando el mentón con una expresión de arrogancia.

—¿Te estás escuchando? ¡Por Dios! Ese hombre no merece que se comporten de esa manera con él, se ve que desea cuidarte, protegerte, no lo vayas a lastimar a pagarle mal por bien —habló Leonor, sintiéndose impotente ante la actitud de Maya.

—Lo defiendes como si lo conocieras o tuvieras algún interés en él… —hizo una pausa y se quedó viéndola con cautela por unos segundos, no obstante, luego se convenció y terminó de expresar su idea—. Si tanto te gusta el viejo te lo puedes coger, total a mí no me interesa en ese sentido y menos después de haber estado con el mismo dios del sex0 —pronunció con una risita emocionada al recordar su noche de pasión con Eros, la cual hizo sacar de quicio a su amiga, quien la tomó del brazo y la sacudió.    

—¡Detén esta locura! De esto no puede salir nada bueno, estás jugando con fuego ¿Por qué eres tan terca? —cuestionó molesta Leonor.

—Porque sí, yo no le propuse matrimonio a Theo, no me le metí por los ojos, no lo busqué, no le obligué a nada, él quería ayudarme, quería una mujer hermosa, sexy y provocativa a su lado, entonces que pague el precio —espetó caminando al interior de la suite para desvestirse y ducharse.

—Maya, creo que Leonor tiene razón, vas a entrar a una situación de la cual no podrás salir, te vas a atar, no sabes cómo te tratara Theo, lo más probable es que exigirá sus derechos conyugales —expuso Daría con preocupación. 

—¿Quién te dijo que no voy a dárselos? —pronunció con una sonrisa maliciosa—. Mi esposo tendrá la noche de bodas que desea, abrió las cajas de lencería—. Miren todo lo que me ha traído de regalo, no me queda más que complacerlo.

Con esas palabras entró al baño, a ducharse, no tenía tiempo que perder una boda, la esperaba.

Entró a baño y terminó de desnudarse, no quiso hacerlo en la habitación, porque aunque sus amigas ya sabían lo que pasó, una cosa era que lo imaginaran y otra dejar a la vista las pruebas de que fue así, al terminar de quitarse la ropa se dio cuenta de los cardenales en su cuerpo producto de la noche de pasión, suspiró tratando de alejarse de esos pensamientos, más fue inevitable cuando pasó su mano por su dolorosa intimidad, la sentía arder, no era para menos, luego de la pasión desenfrenada como se había entregado y él la poseyó. 

Llevó su mano a sus voluptuosas cúspides, al mismo tiempo que los recuerdos de lo ocurrido se agolpaban en su mente, intentó alejarlos, mas fue inevitable, estos insistieron en permanecer allí a la mano para recordarle su pecado y al final, terminó dándose placer en honor a Eros, ese hombre que tal vez nunca volvería a ver en la vida o eso esperaba si tenía suerte en su vida. 

*****                         

A pesar de haber pasado varias horas desde que la mujer se fue, dejando a su salida solo una tanga de recuerdo, de haberse duchado para quitarse su olor y su sabor, no podía hacerlo, sentía aún el tacto de su piel en sus manos, en su cuerpo, y cada vez que la recordaba terminaba con una dolorosa erección, a pesar de haber pasado toda la noche poseyéndola, se lanzó de espaldas en la cama e inhaló su fragancia, era un olor muy particular, suave como las aromas florales.

—Afrodita ¿Dónde estás? ¿Te habrás casado? ¿Te estás recordando de mí como yo de ti? —se dijo pasándose la mano por el rostro con frustración— ¡Maldit4 bruja! Creo que me acabas de embrujar —pronunció en voz alta. 

Se levantó de la cama, terminó de ponerse su traje, cuando recibió una llamada de su padre.

—Arion, ¿Acaso no piensas acompañarme en este momento tan importante para mí? 

Escuchó el tono de voz de su padre, quien, por primera vez, no tenía ese tono de tristeza, si no se escuchaba emocionado, no pudo evitar sentir molestia, porque estaba convencido de que no merecía la felicidad, no después de cómo se comportó con su madre.

—Estoy terminando de vestirme, ¿Te escucho muy emocionado? —inquirió sin poder ocultar su tono de irritación.

—Lo estoy, siento un gran alivio, creo que ella puede hacer la diferencia en mis últimos días, está llena de vitalidad y…  —Aetós no pudo seguir escuchándolo.

—Tampoco eres un viejo decrépito y no creo que ella sea una inocente jovencita, si crees eso eres bastante estúpido… entiende a las mujeres, solo le gusta el dinero y el sex0, aunque más lo primero, ese es el único estimulante que ellas necesitan y si quiere que pueda llegar rápido a tu boda, entonces, deja de sacarme conversación y que termine de arreglarme… porque no quiero perderme para nada, tu día tan especial —espetó con sarcasmo, apretando los dientes con enojo.

Cortó la llamada, se terminó de arreglar y condujo hasta la mansión de su padre, donde se llevaría a cabo la ceremonia en el jardín de la casa, que fue de su madre. Bajó del auto y caminó al interior de la casa, la rabia lo carcomió por dentro, como si le hubieran echado ácido, apretó los puños con rabia, al ver como su padre mandó a decorar los jardines, parecía una boda digna de la realeza, su padre lo vio y caminó hacia él. Al verlo, no pudo evitar sentir el odio agitarse en su interior como un peligroso volcán que está a punto de erupcionar.

—Ya es la hora, hijo, quiero que estés sentado en primera fila, para cuando la ceremonia empiece.

Arion no dijo nada, no quería terminar en una discusión, porque estaba seguro de que en eso desencadenaría, si se atrevía a restregarle a su padre todo el sufrimiento, la mezquindad con la cual se comportó con su madre. Mientras a esta mujer por el lujo con el cual estaba decorado todo, no había duda que sería capaz de darle todo.

La ceremonia empezó y él intentó alejar su mente, no quería hacer el ridículo y terminar oponiéndose a ese desastre que seguramente iba a ser ese matrimonio, estaba seguro de que esa boda no era por amor, después de todo este no existía haya el estúpido de su padre si lo creía, pensó.

Vio a la mujer caminar al altar, su figura era hermosa, y su cabello negro caía como cascada por sus hombros hasta llegar a la curvatura de sus nalgas, por un instante le trajo recuerdos de Afrodita, sin embargo, negó con la cabeza, ella era demasiado joven para contraer matrimonio con un hombre como su padre, negó con la cabeza, tratando de alejar esos absurdos pensamientos.

El velo de la novia le impidió ver la cara, no pudo evitar la inquietud, durante toda la ceremonia deseando que ese momento terminara rápido y el comprobar por sí mismo que sus impresiones no eran ciertas. Los novios dieron el sí y su padre quedó unido en matrimonio a esa chica y cuando lo vio levantarle el velo para ver su rostro, palideció y un grito, mezcla de sorpresa, rabia, frustración, salió de su boca.

—¡No! Esto no puede ser verdad —espetó a voz populi, ante la mirada de sorpresa de todos los presentes, sobre todo de la chica que lo miraba con los ojos abiertos de par en par y un profundo miedo reflejado en sus pupilas, mientras él, no podía creer que la novia de su padre era la misma mujer con la cual pasó toda la noche teniendo sex0.

«El mayor amigo de la verdad es el tiempo». Charles C. Colton.

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