Camelia comienza, ayudada por Ariel, a desvestirse. No deja de pensar en todas las emociones que ha sufrido en solo doce horas. Del cielo, bajó al infierno, pasando por el purgatorio y ahora está en el paraíso, se dice.
—¿Por qué sonríes así, amor? —pregunta Ariel, deslizando despacio la prenda y besando suavemente su hombro desnudo.—Nada, amor. Pensaba en el día de hoy —contestó, recostando su cabeza en el hombro de Ariel.—¿Qué hay con él? Terminó muy bien, ¿no crees? —respondió Ariel, besando su cuello con suavidad.—Nos pasaron tantas cosas que todavía no sé si estoy soñando o he muerto y estoy en el paraíso —dijo, con los ojos cerrados, disfrutando de las caricias.—Disculpa, amor, por todo lo que te hice pasar. Te aseguro que definitivamente estamos en el paraí