El teléfono de Montserrat timbra, observa la pantalla, es un número desconocido e internacional.
  —Aló —contestó Montse.
  —Hola, querida socia —dice Patricio. Ella siente el corazón acelerarse después de 6 meses, escucha su voz.
  —Patricio Reimann ¿Eres tú? — sintió el impulso de llamarla y escuchar su melodiosa voz, con la disculpa más estúpida que pudo encontrar. Aprovecho que Sarah y la escritora están revisando los términos del contrato para llamar.
  —Sí, con el habla, señorita Walton. Estuve revisando el listado de las escritoras que deseamos reclutar y deseo cambiar el trayecto. Deseo agregar una.
  —No le veo ningún inconveniente, puedes hacerlo —Montse se pregunta: «¿Por qué cambiaron sus planes? Si él fue el que las escogió»
  —Imagino que no le ve ningún problema, ¿en qué llevé conmigo a sus secuaces?
  —¿Mis secuaces? ¿No sé de qué me habla, señor Reimann? —imagina quiénes son, pero debe negarlos y espera que él entienda lo que realmente ha pasado. Suspira y se deja ca