GINA.
Toco suavemente la puerta de la oficina de Richard, avergonzada de haber llegado tarde, aunque haya sido para cambiar de nuevo mi yeso al haberlo estropeado. Escucho suaves pisadas acercándose, y a los segundos la puerta se abre mostrando el rostro preocupado de mi jefe.
— ¡Gina! Gracias a Dios, estás bien —comenta tomando mi mano y dándole un suave beso, haciendo que me sienta un poco incómoda—. ¿Cómo estás, preciosa? Pasa.
Me adentro en la oficina sintiendo la mirada de Richard en mí. Comienzo a disculparme por haber llegado tarde, sin parar de parlotear nerviosa, hasta que al mirarlo me sonríe divertido, sentándose encima de su escritorio de brazos cruzados.
— Lo siento —sonrío avergonzada— quiero mantener este trabajo… —aprieto mi mano contra mi pantalón nerviosa, y él suelta un suspiro acercándose a mí.
— Y yo espero que mantengas este trabajo —se agacha colocando su rostro cerca del mío haciendo que me sienta incómoda, y por lo tanto me presiono contra el sofá alejándome d