Un hombre fiel y enamorado.
Casi al mediodía, Fiorela estaba ya por salir a la mansión Ferreti a ver a su hermana. Audrey le había llevado una muda de ropa para que asistiera a la reunión sin problemas.
— ¡Cuñada, te ves espectacular, no por nada mi hermano está loco por ti!
— Oh, eres muy amable, Audrey, te encargo mucho a tu hermano. Que no se levante de la cama, que coma bien, eh... Que no se ponga a trabajar. — Fiorela estaba recordando todas las instrucciones.
— No soy un niño, Fiorela. Sé muy bien cómo debo cuidarme.
— ¿Entonces si lo sabes por qué batallo tanto contigo? No te quieres comer las verduras, te quieres levantar solo al sanitario, y me desobedeces cada que puedes.
Señorita Casareal. No tenía idea de que estabas tratando de controlarme, eso suena muy maquiavélico viniendo de una adorable belleza como tú.
— ¿Entonces piensas que solamente tu puedes tener el control de... mí? Ah, no, esto se debe volver más equitativo o de lo contrario no me casaré.
La hermosa joven del oriente s