Los trillizos jugaban en sus celulares videojuegos que ya tenían descargados, todo iba bien hasta que uno de ellos fue a quejarse con su padre.
— Papá Alexander no me quiere prestar su celular para jugar, dile que me lo preste solo un ratito. — Pedía el pequeño Alexandro.
— Pero... Tú tienes tu propio celular, tienes el mismo juego, ¿Para que quieres el de tu hermano? No lo entiendo.
— Por qué Alexander va muchos niveles más avanzado que yo, y están mucho más emocionantes. — Explicaba el niño.
— Pasa los niveles por tí mismo Alexandro, no seas flojo. No te voy a prestar mi celular.
— Le diré a mamá que eres muy egoísta Alexander. Debes compartir tus cosas con tus hermanos como mami dice, hum. — Alexandrito estaba muy molesto, se cruzó de brazos y infló los cachetes.
— Ya va. Alexandro trae tu celular, yo te voy a ayudar a pasar los niveles.
— ¿De verdad, papá? — Al niño se le iluminó la mirada. Padre e hijo se concentraron en el juego, el trillizo estaba de lo más content