Papá, no vuelvas a perder a los trillizos.
Griselda dejó de moverse al escuchar la imponente voz del CEO Rossi. ¿Si no le iba a hacer nada por qué la llevaba a su cama?
— ¡No voy a quedarme aquí, se siente peligroso! — Bramó la jóven ojiverde.
— No soy peligroso, es solo que es más fácil para mí cuidarte si estoy cerca, te pondré en la cama y bajaré a pedir algo para cenar. ¿Peligroso yo? — El hombre dejó escapar el aire mostrando su descontento.
— ¡Auchh! — Griss se quejó al poner el pié sobre el colchón.
Ismael se preocupó y preguntó apresurándose a revisar la hinchazón.
— ¿Te sigue doliendo mucho? Déjame verte. Si, sigue bastante inflamado, ya deja de moverte tanto, solo vas a empeorar. Se buena y quédate quieta, enviaré tu hoja de incapacidad a tu seguro, ah, dame el número de tu jefe para avisarle de tu accidente.
— ¿Qué..?
— Qué me des el número de tu jefe directo...
— Si te escuché no estoy sorda, lo que quiero decir es que... yo puedo llamarlo, no es necesario que tú lo hagas.
— Pero quiero hacerlo,