Astrea se quedó en el sitio, puesto que la voz de Clarissa era inconfundible.
—No te atrevas a colgarme —le advirtió su amiga.
Ella dio un respiro, porque en ese momento recordó las primeras semanas fuera de la manada. Clarissa la llamaba todos los días, varias veces al día. Siempre le preguntaba en dónde estaba, qué estaba haciendo y si pensaba regresar a Silverpine. Las pocas veces que le respondió fue con evasivas, hasta que no volvió a contestarle, por el hecho de que se imaginaba que su hermano estaba implicado y él era el culpable de que ella tomara la decisión de marcharse.
—¡Por supuesto que no lo haré! —exclamó Astrea—. Solo estoy asombrada de que tengas mi número, ¿cómo lo has conseguido?
—Esas son ventajas de ser muy cercana al futuro alfa —inquirió Clarisa con una risita.
—Entiendo, pero me encantaría saber el motivo —no quería ser descortés, pero estaba de muy mal humor, además de que no tenía tiempo para ella.
—Te llamaba solo, para recordarte que te espero en mi fi