CAMILA
El sonido del reloj marcando las horas se convirtió en el único testigo de mi insomnio. Cada tic-tac era un recordatorio de que, a pesar del tiempo, el dolor seguía ahí, latente, como una herida que nunca terminó de cerrar. Me levanté de la cama, incapaz de seguir fingiendo que el sueño vendría por sí solo. La cocina me recibió con su s