El amor de padre e hijo.
Para cuándo llegaron a la mansión Gambino ya estaban por pasar al comedor Massimo y los cazadores, Yara cargaba a Eliot, mientras que Emiliano cargaba a Dante.
— ¿Lo viste Massimo? Ya cargué al cachorro, ya no tienes pretextos para no alzarlo y jugar con él. Ven aquí, quiero ver que lo hagas.
— Más tarde, ya llegaron sus padres, que ellos se ocupen de él ahora.
— Te salvó la campana. pero te estaré observando.
— ¡Pa... pa...! ¡Ma... ma...! — El lobezno apenas los vió comenzó a llamarlos.
— Ven aquí mi cielo, ¿Cómo te portaste en nuestra ausencia? Espero que bien, quiero que seas un buen cachorro, obediente y amable.
— No lo creo cuñada, este lobezno es demasiado travieso, pero no todo es malo, seguro que Damiano le pondrá mano dura, él sabrá meterlo en cintura.
En ese momento el cachorro tenía las manitas en el rostro de su padre y se acercaba a restregar su mejilla en él.
— Pero que amorosos están, tu cachorro ha llorado solo porque sí, tuve que ir a la cocina a bu