Yolanda se atrevió a contestar, era impulsiva en aquel momento, y también tenía miedo al recordarlo. Giró la cabeza para mirar a Bosco con cautela, cuanto más le miraba, más se alegraba.
En aquel momento, nadie se atrevió a salvarla, pero Bosco lo hizo, fue un destino entre ellos dos.
La adoración de una chica no se podía ocultar, Cecilia la vio en sus ojos y tranquilamente retiró la mirada y siguió pidiendo comida.
Criz se quedó helado al principio cuando vio a Bosco, y luego volvió a la normalidad, no le preguntó si quería cambiar de mesa: —Cecilia, ¿cuándo vas a trasladar la tumba de tu abuelo? Mi abuelo conoce a un adivino muy poderoso, si quieres, le llamaré. Que vaya a la ciudad Nubridad. O traslada la tumba a la Capital Imperial, está lo suficientemente cerca para que puedas presentarle tus respetos a menudo.
Cecilia no dijo que la tumba del abuelo ya había sido trasladada en la Capital Imperial por algún desvergonzado, —no, gracias, puedo encargarme yo.
Cogió la limonada de la