No te diré cómo me llamo

Él no era de salir los fines de semana y optaba por quedarse en el departamento. Hacer limpieza y demás. Sin embargo, el domingo por la tarde se encontraba aburrido y sin nada qué hacer; por ende, decidió ir a su cafetería favorita. (La visita a casa de sus padres tendría que esperar al próximo fin de semana; además, hablaba a diario por teléfono con su madre y otras con su padre, o con ambos a la vez).

El motivo por el cual no quería quedarse en su departamento era porque sus jóvenes vecinos parecían tener una especie de fiesta bastante bulliciosa, con la música a todo volumen. ¡Jesús Misericordioso! Solo eran las tres de la tarde y, ¿eso que salía por debajo de la puerta de sus vecinos era humo? Frunció la nariz al inhalar el aroma a, ¿marihuana?

Cerró de prisa su puerta y se dirigió a largas zancadas por el pasillo. Vergüenza ajena trepó por su rostro al encontrarse con otro vecino. Un viejecito que vivía en el mismo piso. Saludando con un leve asentimiento de cabeza, se hizo a un
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