—¡Samuel! –exclamó Abigail, y corrió a la cuna antes de que Maurice pudiera alzarlo.
Esto se estaba convirtiendo en leitmotiv de esta casa, y no pudo evitar apretar los dientes.
—¿Cuándo podré alzarlo sin que estalles en una crisis de nervios? –le reclamó él—. Es mi hijo. Tengo derecho a alzarlo.
—¡No alces la voz frente a Samuel! –lo reprendió ella, y comprendiendo que ella tenía razón, salió de la habitación del niño bastante furioso. Abigail se tardó bastante con su hijo, que había empezado a llorar segundos antes de que llegara. Le cambió el pañal y lo preparó para irse a dormir. Le habló y le dijo cosas hasta que el niño se quedó dormido y tranquilo en su cuna.
Regresó a su habitación y se encontró allí a Mauric