Después de haberme dejado enfadado, confuso, alterado y excluido, consiguió cambiar todos mis sentimientos en cuestión de minutos, haciendo que la admirara aún más, si eso era posible. Ahora entendía por qué decir lo mucho que la quería no dolía y me sentía tan bien. Porque Olivia Clifford era mi redención... De toda una vida.

Cuando me desperté, vi a Olivia tumbada a mi lado en una cama individual. Miré las paredes blancas y olí los muchos olores que se mezclaban, o más bien se amontonaban, capa sobre capa, haciendo que mi nariz casi se cansara y me pidiera que dejara de oler. Entonces su olor se hizo presente, llamativo, dejando claro que a pesar de todo, siempre quedaría la parte buena de cualquier cosa: su presencia.

Quería despertarla y decirle que estaba allí, que se le había pasado el efecto de la anestesia y que teníamos que irnos, porque no soportaba el tictac del reloj en la pared, el silencio entre el pitido de una máquina y la siguiente. Yo era dueño de una de las mayores