No entramos en la casa. Aquella noche nos quedamos en la arena, hablando hasta que salió el sol. Y lo que iba a ser uno de los peores momentos de nuestras vidas fue una vuelta al pasado, de los tres juntos otra vez.
Hablamos de varios temas, nos reímos, nos divertimos y ya no hubo lugar para las lágrimas ni la tristeza. Porque así era cuando estaba con ellos: amor, complicidad y todo un mundo de posibilidades.
Y ahora que teníamos un plan, nada nos entristecería. Le había dicho a Gabe que hiciera lo que hiciera, recibiría a cambio. Pero mi marido tenía la terrible costumbre de no escucharme.
Nos despertaron los gritos de Rarith, que no quería que la arena le tocara los pies. Abrí los ojos y vi a Gabe sujetando a su ama para que pudiera llegar al lago sin pisar la arena.
Me retorcí lentamente y sentí que me dolía el cuerpo. Rita e Isabelle se sentaron en la arena y miramosnos, incapaces de contener la risa. No sé cuál de las dos tenía peor cara.
Hasta que miré a Gabe y Rarith, él cogi