Aquella mañana, nada más llegar a la enfermería, había una cola de niños, traídos por Rarith.
Un empleado pasó por delante y frunció el ceño, riéndose:
- ¿Es una cola de enfermería?
- "Sí", respondió Rarith, sonriendo.
- Nunca había visto la enfermería tan ocupada. - Me miró divertido y se fue.
Suspiré, miré las caras ansiosas y excitadas y pregunté directamente a Rarith:
- ¡No me digas que tienen el corazón roto!
- Me duelen los riñones. - Un mocoso de no más de cinco años lo justificó.
- Y yo en el ombligo. - El más pequeño de ellos, con todos sus dientes de leche en la boca, parecía que acababa de completar su arco dental.
Respiré hondo y abrí la puerta de la sala, sin dejarles entrar:
- Llevaré las vendas al patio, ¿vale? No puedo dejar entrar a todos al mismo tiempo. Este lugar es para emergencias y... Tu dolor no es una emergencia... ¿Entiendes? - Intenté ser amable y hacerles entender.
- El recreo de la mañana es a las 10", me explicó Rarith, por si no lo sabía.
- Estaré con la