Me levanté, sin ver nada delante de mí, sólo su imagen, que no abandonaba mi mente. Seguí su rastro como un perro rastreador, sintiendo su olor en el aire, como si me guiara hasta ella. Tal vez tenía razón y yo era realmente una bestia... Y las bestias sólo se retiran cuando pierden interés. Y ese no era mi caso. Yo estaba totalmente interesado. La necesitaba... Su cuello de dulce aroma que acogía mi cabeza, su cálido y dulce coño que había sido hecho a medida para albergar mi polla.
Fui directamente a la habitación donde me había dicho que pusiera sus cosas. Intenté abrir la puerta y estaba cerrada.
- ¡Olivia! - Llamé a la puerta.
- Váyase. - dijo en voz baja, sin parecer interesada en abrirse.
- Tenemos que hablar.
- No tenemos que hacerlo. ¡Que pases mala noche, Gabe!
- Me debe una explicación. - Yo estaba como un perro, con la frente pegada a la puerta, intentando oír con claridad lo que decía al otro lado.
- Te he dado todas las explicaciones.
- Olivia, ¡abre! - Ya no tenía un to