Aproveché que aún tenía el día libre y fui a ver a mi padre al hospital. En cuanto entré en la habitación, una sonrisa iluminó su rostro aún magullado. Fui hacia él y le di un fuerte abrazo, oyendo un gemido de dolor.
- Lo siento, papá... Creo que te apreté demasiado fuerte.
- Me gustan tus abrazos de oso. - Sonrió.
- ¿Cuándo vuelves a casa?
- El médico dice que me darán el alta mañana. No puedo quedarme aquí más tiempo.
- ¡No puedo imaginar que fuera agradable!
Nos quedamos mirándonos un rato y me cogió la mano:
- Le pido disculpas.
- Todo va bien.
- No, no lo eres. Te casaste con un monstruo para ayudarme. Y pagaste al usurero. I... Me avergüenzo de todo lo que he hecho, corazón.
- Papá, es lo menos que puedo hacer por ti.
- Eres mi hija, Corazón. No hice nada malo al acogerte tras la muerte de tu madre. Y lamento amargamente no haberlo hecho antes. Estoy segura de que podría haber evitado mucho sufrimiento en tu vida si te hubiera sacado de ese lugar cuando naciste.
- Todo ocurre c