[DANA]
Estaba empapada, con frío y, lo peor… no llevaba puesta una braga.
¿Cómo? Pues…
Lloré a mares y me sentí una completa tonta, quemando todo lo que me recordara a él en la chimenea, hasta que fue el turno del saco con el que me había quedado aquella noche del avión. Entonces, una extraña cajita cayó de él al piso, cerca de mis pies.
¡No podía ser cierto!
¡Me iba a proponer matrimonio y yo lo había dejado!
Poniéndolo en perspectiva, yo también estaría molesta si hubiera sido yo. Aunque eso no justificaba su actuar de ahora.
—Hola… —susurró aquella voz masculina.
—¿Por qué me enviaste por él? —le pregunté a Axel por teléfono, mientras estaba arrodillada frente a la chimenea, llorando al ritmo de la tormenta.
¿Por qué?
—¿Hace falta que te responda ahora? —respondió, con esa calma que solo él podía mantener.
—Axel… —hablé entre dientes.
Su silencio no me gustaba, pero sabía que esta conversación no era cómoda para él. El tonto ya lo sabía… ¡lo sabía! Lo que pasaba entre Daniel y yo.