[DANA]
Recuerdo haber visto a Daniel detrás de mí, parado cerca de una extraña casa en medio del bosque, como si me estuviera esperando. Y a Ángel frente a mí, con los ojos húmedos y una hermosa sonrisa en el rostro. Pero cuando intenté acercarme… él retrocedió.
Me dedicó un leve asentimiento y luego miró a Daniel, que seguía inmóvil tras de mí.
Lo miré también por un segundo y, cuando volví la vista al frente, Ángel ya no estaba.
¿Qué habrá significado? Quién sabe.
Pero fue tan real…
Fue algo así como… una despedida.
Me acuesto de lado y abrazo la almohada de Daniel —que también es mía, pero más suya que mía—, a pesar de estar en mi cama. Porque sin planearlo, siempre terminamos durmiendo juntos.
Huele a él.
A su exquisito aroma de perdición.
Me levanto y regreso a la cocina. Las niñas ya terminaron de desayunar. Daniel ya tiene el cabello peinado, se ha puesto su reloj y lleva puesta su bata del hospital.
¿Qué tiene esa maldita bata que hace que los hombres se vean tan bien?
Mi mol