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Noticias desagradables

DANNA:

Estoy nerviosa, eso es seguro… Mis manos están frías y mis dedos golpean el asiento con desespero, tengo frío, tengo miedo y no puedo dejar de mover mis piernas. La señora canosa que va en el asiento a mi lado ya se quejó, según ella “mi inquietud la altera” y por eso ya se bebió casi cinco tragos de ron y se comió dos órdenes de botanas, estoy segura de que las azafatas ya ni se acercan a esta área del avión por miedo a que las dejé sin bocadillos para los demás pasajeros.

El capitán del avión da el aviso de aterrizaje y mi situación se vuelve más tensa, horriblemente tensa.

Solo espero que él esté bien, que mi hermano esté bien, ya perdí a alguien, no quiero perderlo a él también.

Apenas el avión aterriza, salgo virada empujando a los demás pasajeros, las ganas de vomitar, la impaciencia sumada a los nervios que cargo, me envía directo al baño, aún tengo que pasar por revisión, pero supongo que sí nadie me detiene ha de ser por mi asquerosa apariencia.

Quisiera no tener que pasar por esto, si pudiera regresar el tiempo lo haría y jamás me alejaría de mi hermano.

Me inclino sobre el inodoro, siento como las arcadas crecen, pero no puedo, nada sale, nada más son los espantosos ascos.

Me quedo ahí por lo menos unos diez minutos, en lo que me pasan las ganas de vomitar, más no puedo seguir encerrada en el baño, alguien ha comenzado a tocar desesperadamente la puerta.

—Ya voy —contesto débil.

La persona tras la puerta quizá no logra escucharme porque de nuevo y aún más incesante que antes comienza a casi aventar la puerta con sus enormes golpes.

—¡Qué ya salgo maldita sea! —Exclamo exasperada.

Como si mi tono provocara miedo, dejan de tocar a lo desesperado, acomodó mi cabello, porque sé que soy un desastre total y si mi semblante es lastimero, con mi cabello desordenado parezco recién salida de un manicomio. Dudo que en seguridad me dejen pasar así.

Salgo del baño, la primera mirada que veo, es como ya la esperaba. La chica que a priori tocaba desesperada, me escruta con la mirada y me mira con pena ajena, con lástima.

¡Genial(!).

Lo único que es más o menos bueno, es que esto no puede ser peor.

Mi plan es llegar al hospital y no separarme de mi hermano hasta que despierte o no alejarme de él ya nunca más.

Lavo mis manos, tomo mi maleta y camino hasta la zona de abordaje, paso la revisión y cuando estoy por llegar a la salida del aeropuerto, mi corazón vuelve a fallar y comienza a sentirse inseguro de nuevo…

Pero… ¿Por qué?

De nuevo se destaca el caos en mi corazón y en mi cerebro, y todo es culpa de la persona que está a dos metros frente a mí.

Al único ser que no hubiera querido encontrarme nunca…

—Dana —saluda.

Su sonrisa perfecta y su mirada azulada siguen ocasionando disturbios en mis adentros, sentimientos tan fuertes e innegables como las ganas de amarrarlo a el ala de algún avión, de preferencia el que vaya para algún lugar olvidado del mundo.

A la isla de Robinson Crusoe podría ser.

La culpa me resulta severa cuando de forma involuntaria traigo a mi memoria los recuerdos con Ángel para no pensar en este idiota.

Me acerco unos pasos más a él, guardando una distancia prudente y mirándolo fría, porque con mi mirada quiero transmitirle el desagrado que siento de volver a verlo.

Trago saliva disimuladamente y estiro mi mano hacia él, pero…

¡Carajo!

Mi piel se estremece y una fuerte corriente sube por mi brazo.

Supongo que soy la única loca que lo ha sentido, pero al parecer no es así, porque ahora el tipo me mira de una forma diferente, de una manera que no puedo describir, sus ojos azules parecen más intensos que hace unos pocos segundos atrás y su sonrisa ha desaparecido.

Intento separar su mano de la mía, han estado unidas más tiempo del que puedo soportar y no quiero que note que me está afectando este inédito reencuentro, su ego siempre ha sido del tamaño de América entera y hacerle sentir que aún me provoca cosas que no debería provocar, no es parte de mis planes. Sin embargo, no me lo permite y se aferra más a mi mano, al punto de casi halar de mí y dejarme casi pegada a su pecho.

—Dana —repite, esta vez en un susurro cerca de mi oído.

Tomo aire y me armo de valor, no quiero que mi voz suene temblorosa.

Coloco mi mano en su pecho y me alejo un poco, lo que él me lo permite, aunque, con ese gesto, sé que sabe que me está incomodando.

Lo miro de nuevo a los ojos, solo que esta vez con más determinación que antes a no dejarme intimidar y lo encaro de una vez, soportando el peso de su nombre en mis labios.

Los que una vez, tocaron los suyos.

—Daniel…

Estos serán unos meses muy largos.

                     • ────── ✾ ────── •

Desde que salimos del aeropuerto, el silencio es nuestro máximo emperador, no digo que no debería ser así, después de todo, una tonta broma y un par de palabras cruzadas, no es suficiente razón para que entablemos conversación.

Clavo mi mirada en la ventana, está haciendo frío y lo único que desearía es estar en mi casa pronto, pero eso al parecer no será posible.

Daniel se detiene a media carretera, toca el claxon un par de veces, golpea con impaciencia el volante y sigue tocando molesto el claxon, lo que solo consigue que un policía vial se acerque. Enfrente es un caos, una larga fila de autos obstaculizan nuestro paso y la cara del policía no se ve amena.

—Disculpe señor, entiendo que quiera pasar, pero por el momento la carretera está saturado por...

—Ya me di cuenta de que está saturada, no soy ciego.

Cubro mi rostro, avergonzada de la desfachatez de este tipo y tomando un par de bocanadas de aire, me disculpo con el oficial, quien hasta mucho ha hecho con no multarlo o llevárselo preso por irrespeto a la autoridad.

Esto es malo...

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