Me había llevado de aquel hotel una jodida decepción, pero me había llevado también la alegría más grande del mundo.
No podía dejar de ver aquella foto.
Yo también lucharía por ellos.
Justamente, había ordenado que le enviaran a Dana mi última carta, a Italia, antes de salir del hotel.
En ella le había enviado mi corazón y, de paso, mi vida... mi historia; ahora solo dependía de ella... y de si el amor que sabíamos que nos teníamos y nos negamos a derrochar era tan fuerte como para superarlo todo.
Le doy una pausa a mi mente, a mis recuerdos y amigos, vista sobre la imagen de mi hijo, y llamo a Lara para cerciorarme de que está bien y llegó a su casa a salvo.
—¿Jefe? ¿Necesita algo? —contesta adormilada.
—Nada... saber si estabas bien, pero creo que sí, así que tómate el día mañana; descansa.
—Igual tú, Dan... por favor, esta noche no aparezcas en mis pesadillas —
Dejo salir una carcajada y me despido de ella con un "no lo prometo".
Lastimosamente, no; al llegar a casa, nada de lo que