THORNE
El aire estaba lleno de desconfianza, espeso como una tormenta a punto de estallar.
Enzo me miraba con esa expresión de calculada indiferencia que no engañaba a nadie. Sus ojos lo traicionaban, una grieta en su máscara habitual de superioridad. No me fiaba de él. Nunca lo había hecho del todo, pero ahora tenía más razones que nunca para no hacerlo.
Un vampiro en llamas había cruzado hacia territorio de los humanos, al menos esa era la versión que Enzo me daba y la cual me costaba creer.
¿Un vampiro en llamas? Sonaba a los típicos cuentos de terror que se les contaba a los niños… todo ficción. No podía haber un vampiro en llamas, la frase en sí misma se contradecía, a menos que fuese un vampiro en llamas… muriendo, no escapando.
Y ese problema, uno que aún no terminaba de entender, era ahora también mío.
—Llévame a la frontera —ordené con voz firme, sin dejar espacio a discusión. Estaba cansado de perder tiempo con esto.
Enzo alzó una ceja, su sonrisa ladina apenas disimu