Santiago tocó suavemente a la puerta de la elegante oficina de Elizabeth, esperando una respuesta.
El lugar estaba decorado con muebles de madera oscura y paredes adornadas con obras de arte moderno. Sin embargo, no obtuvo ninguna respuesta.
Decidió abrir la puerta con cuidado y encontró a Elizabeth, con la cabeza recostada en el escritorio de cristal, profundamente dormida. Su cabello castaño claro caía suelto sobre su rostro sereno. Con delicadeza, Santiago levantó a Elizabeth en sus fuertes brazos y la llevó al sofá que se encontraba en un rincón acogedor de la oficina.
La acostó suavemente y la tapó con su saco para asegurarse de que estuviera cómoda. Luego, se acercó al escritorio de Elizabeth, donde se encontraban diversos documentos y apuntes sobre su trabajo, tomó la hoja de pendientes y apagó la luz antes de abandonar la oficina.
Mientras tanto, en la luminosa sala de juntas, la secretaria Mil se acercó rápidamente a Santiago, con su cabello castaño oscuro recogido en un el