Marcos
Alcanzo a Natasha al final de la calle, pero me contengo. Espero que nadie me esté mirando y piense que soy un acosador. Su lenguaje corporal demuestra claramente que, sea lo que sea que haya pasado, le está pasando factura. Entra en nuestro edificio de oficinas, sin apenas prestar atención al personal de seguridad nocturna, antes de dirigirse a los ascensores. La observo por la ventana mientras llama frenéticamente al ascensor, con los hombros hundidos de alivio al ver que llega. Cuando desaparece, me permito entrar.
—Buenas noches, señor Hour. —Salto cuando una voz me distrae.
—Buenas noches, James —digo, saludando al hombre detrás del mostrador. Sigo caminando, siguiendo a Natasha, sin querer quedar atrapada en palabras amables.
James capta la indirecta y, en lugar de eso, presiona el botón, lo que me permite pasar la puerta de seguridad.
“Gracias”, grito, y sigo adelante.
Llego a la planta de oficinas. Las luces de emergencia nocturnas están tenues; el personal de limpieza