Marcos
El conserje me llamó para informarme que las cosas de Natasha habían sido entregadas y que ya estaba en el edificio. Sin darme cuenta, ya estaba fuera de su apartamento. Tuve que desviar la mirada cuando abrió la puerta, con el pelo recogido en una coleta despeinada, las caderas ceñidas bajo unos vaqueros ajustados y desteñidos, y el suéter holgado con hombros al aire dejando entrever su piel color marfil. Había desaparecido parte de la tensión que había estado acumulando toda la semana. En cambio, estaba deslumbrante con su ropa informal.
Mi teléfono suena.
NATASHA:
Gracias por toda la comida. No hacía falta que hicieras eso.
YO:
No hay problema, yo mismo hice el pedido.
Miento.
Me quedo con lo básico, pero compro mi cena cada noche en un restaurante local. Pero Natasha mencionó a principios de semana que tendría que comprar al llegar. No quería llevar comida, así que pensé en ahorrarle la molestia. Nunca he sido de cocinar.
NATASHA:
Déjame cocinarte la cena como agradecimiento