—¡Tú...! —los ojos de Sofía se abrieron en shock y furia.
Se lanzó hacia adelante, alejando a Álex de Kelly como si protegiera a un niño de un depredador.
La humillación y la rabia corrieron por sus venas, y estalló ferozmente:
—¡Kelly Kingston! ¿Qué demonios crees que estás haciendo?
Kelly inclinó la cabeza, sus labios rojos curvándose en una sonrisa burlona mientras miraba a Álex con hambre.
—Sofía Lancaster, ¿no debería preguntarte eso a ti? Solo nos estábamos divirtiendo. ¿Por qué arruinaste nuestra diversión?
Sofía dudó, de repente consciente de que no tenía derecho a intervenir.
Álex no era suyo... al menos, ya no.
—Estábamos hablando antes de que interrumpieras —replicó Sofía, negándose a retroceder—. Y Álex no parecía muy emocionado.
—¿Ah? —los ojos de Kelly destellaron peligrosamente—. Por lo que sentí, Álex parecía bastante entusiasmado.
—Kelly —comenzó Álex cautelosamente.
Pero Kelly lo interrumpió, girándose de vuelta para enfrentarlo, su voz goteando con amargura seductora