Sofía golpeó el suelo con fuerza, la cabeza le daba vueltas.
Por un momento, todo se difuminó mientras luchaba por estabilizar su respiración.
—¿Te atreves a faltarme el respeto, mocosa insolente? —la voz de Henny temblaba de rabia—. ¡Conoce tu lugar! Si quieres mi perdón, ponte de rodillas y lame mis zapatos.
Sofía saboreó la sangre en sus labios, el sabor metálico afinando sus sentidos. Su visión se aclaró, y una llama se encendió en su interior.
—Ya es suficiente —se susurró con fiereza, la determinación inundando sus venas.
—Guardia —ladró Henny—. Abofetéala otra vez. Sigue hasta que aprenda a respetar a sus mayores.
El guardia sonrió cruelmente mientras se acercaba a Sofía, agarrando un puñado de su cabello y tirando su cabeza hacia atrás.
—Lo siento, preciosa. Las órdenes son órdenes.
Sofía lo miró fijamente, la furia ardiendo en su mirada.
—Te estoy advirtiendo... suéltame o eres hombre muerto.
—Pequeña perra... —Su mano se alzó, listo para golpear.
Pero antes de que su palma pu