Gilbert se rio cruelmente, sus ojos destellando peligrosamente, y sin dudarlo, le dio una bofetada a Sofía en la cara.
—¡Pequeña perra asquerosa, no me vuelvas a mirar así!
No satisfecho con solo una bofetada, Gilbert rápidamente pateó a Sofía en el estómago, sacándole el aire de los pulmones.
Sofía se dobló, ahogándose, la náusea abrumándola.
Pero Gilbert no había terminado; la agarró de su hermoso cabello largo, forzándola a mirarlo.
—Escucha cuidadosamente —siseó Gilbert entre dientes apretados, su rostro a centímetros del de ella.
—Disfruto que una mujer se haga la difícil, pero hay un límite. Llévame muy lejos, y destruiré a todos los que amas.
Una sonrisa retorcida cruzó sus labios.
—Recházame otra vez, y toda tu familia se pudrirá en la cárcel, uno por uno. Empezaré con tu hermano y no pararé hasta que haya arruinado a cualquiera que te haya conocido.
Sofía lo miró fijamente, los ojos muy abiertos de horror, su cabeza latiendo de dolor y lágrimas corriendo por su rostro.
La verd