Lyra se mantuvo cerca, ojos fijos ansiosamente en Laura Montclair. —Cálmate. Él estará aquí.
—¿Calmarme? ¿Has visto la hora? ¿Qué va a pasarle a mi esposo? —La voz de Laura resonó duramente por la habitación del hospital, desesperación quebrando su tono.
Lyra apretó los puños, luchando contra la urgencia de estallar. —Si no puedes dejar de gritarme, tal vez deberías buscarte otro doctor.
Laura le dirigió a Lyra una mirada venenosa.
—Escucha cuidadosamente. La única razón por la que siquiera estás aquí es porque tu padre y mi esposo fueron una vez mejores amigos. Deberías agradecerme por esta oportunidad.
—Recuerda Lyra, podría abrir puertas que ni siquiera podrías soñar.
En la cama del hospital, Rudiyard gimió ruidosamente, agarrándose la cabeza en agonía.
—¡Se siente como si mi cabeza se estuviera partiendo en dos!
Laura corrió a su lado, gentilmente apretando su mano. —Aguanta, cariño. El mejor doctor viene. Él arreglará esto, lo prometo.
Nadie podía explicar el colapso repentino de