La mañana llegó temprano, trayendo con ella un nuevo comienzo.
Álex se levantó, se duchó, y se ocupó preparando desayuno—su especialidad Huevos Benedict.
Simple pero irresistible. El aroma llenó la cocina justo cuando pasos resonaron suavemente desde atrás.
—¡Algo huele celestial! —La voz de Sofía rompió la quietud.
Se veía impresionante, vestida impecablemente en un traje de negocios a medida, su rostro iluminado por una sonrisa gentil.
—¿Sofía? ¿Qué haces aquí? —soltó Álex, confusión clara en su rostro.
Hoy, de todos los días—¿por qué?
—Me salté el desayuno, pensé que pasaría rápidamente camino al trabajo —respondió Sofía casualmente, acercándose para inspeccionar el plato.
Álex entrecerró los ojos escépticamente. —Tu oficina no está cerca de este vecindario para nada.
Ella dejó escapar un suspiro y admitió reticentemente: —Bien. Lyra me pidió que te llevara a conocer a alguien antes de dirigirme a mi oficina. Tengo algo de tiempo libre. —Se sentó con facilidad practicada, claramente