Hubo un silencio ensordecedor en el salón privado—una quietud tan intensa que podría haber quebrado cristal.
El shock había robado cada palabra de sus lenguas; el espectáculo que acababan de presenciar los había dejado aturdidos, sin aliento.
Momentos atrás, Shane se erguía alto como su héroe, un ídolo de fuerza bruta, pavoneándose como un campeón—pero ahora yacía desparramado en el piso, golpeado y desechado como un perro sarnoso.
¿Quién diablos era esta bestia calva que demolió a Shane con tal facilidad despiadada?
—Soy Kelly. Declara tu propósito claramente —exigió Kelly, su voz firme pero con un filo de hielo.
El bruto imponente se giró lentamente, sus ojos lascivos arrastrándose sobre las curvas de Kelly, goteando hambre cruda.
—Tanta belleza desperdiciada en este lugar —se burló lujuriosamente.
Luego su mirada se deslizó hacia un lado, reconociendo otra cara familiar.
—¿Bella Kane? Bien. Me ahorra la molestia de rastrearte. Tu viejo me debe bastante.
—¡Basta! —espetó Kelly, coloc