—Solo acaba con el bastardo —escupió Tommy con desdén, su voz goteando desprecio, sin siquiera molestarse en considerar quién era el padre de Shane.
El desprecio en sus ojos brillaba más que los letreros de neón parpadeantes arriba, despiadado y frío.
—¡Sí, jefe! —respondieron sus matones al unísono, ansiosos por derramar sangre.
El metal silbó por el aire mientras bastones de hierro emergían de debajo de las chaquetas, sus superficies romas reluciendo amenazadoramente bajo las luces.
—¿Ustedes payasos creen que pueden impresionarme con este espectáculo patético? —se burló Shane fríamente, una risa siniestra escapando de sus labios mientras los enfrentaba, imperturbable.
—Permítanme educarlos adecuadamente, tontos.
Con velocidad explosiva, Shane se lanzó hacia adelante, sus movimientos salvajes y precisos.
Su pierna cortó el aire en un arco feroz, una patada circular brutal que aplastó la mandíbula de un matón con un crujido nauseabundo.
Sangre y dientes se esparcieron en la noche como