—Álex, ¿por qué? ¿Por qué te empeñas tanto en ser tan terco? ¿No puedes simplemente disculparte?
Exigió Sofía, su voz temblando mientras la decepción inundó sus ojos.
No podía entender cómo ese hombre una vez fanfarrón había caído tan bajo—levantando la mano contra Bella, encerrándose detrás de muros de mente estrecha, rebosando de celos, y pagando la bondad con crueldad.
Solo una disculpa—¿qué tan difícil puede ser?
Sofía anhelaba que esa bofetada lo despertara.
—Húndete en la oscuridad, Álex. ¡Prueba la agonía que he soportado! —susurró Charles, casi amorosamente, mientras sus ojos bebían el caos con deleite enfermizo.
Había una satisfacción retorcida floreciendo en su pecho—un calor vil—viéndolos desenredarse, viendo sus rostros retorcerse de dolor.
La miseria era su patio de juegos.
¿Y ver a otros ahogarse en ella? Esa era la única cosa que lo hacía sentirse vivo.
Había tenido que sangrar un poco para hacer convincente su actuación, pero ver a Sofía golpear a Álex hizo que el triun