En el instante en que Clara terminó su historia, Álex se puso rígido, enraizado al piso.
No había esperado que ella volteara toda la narrativa frente a todos y lo dejara colgando como un ladrón atrapado con las manos en la masa.
—¿Escucharon todos eso? —chilló Florence, su voz cortando a través de la charla del salón.
—¡Ahí está: la verdad desnuda! ¡A ver cómo te sales de esta, Álex!
—Malagradecido ni siquiera empieza a cubrirlo —siguió amontonando.
—Retuerces la bondad en veneno y se la escupes de vuelta a la gente que te salvó. Completamente sinvergüenza.
Los Lancaster sisearon y escupieron, retrocediendo como si cargara una plaga.
Sus ojos le taladraron agujeros, hirviendo de desprecio.
Lágrimas corrieron por las mejillas de Clara. —Lo siento, todos. No quería terminar muerta en las manos de Bella, así que escondí la pulsera en la bolsa de Sofía. Lo hice para sobrevivir—porque el verdadero objetivo de Bella es Álex. Lo siento.
Florence se abalanzó, envolviendo un brazo alrededor de