Jessica golpeó la mesa de roble pulido con la mano, su voz hizo eco en el amplio vestíbulo.
—¡Ya basta de esto! —fulminó a Álex con la mirada, sus ojos desbordaban desesperación—. ¡Dame el antídoto, Álex! Aceptaremos esta derrota, pero no dejaré que Charles muera, no así.
Álex solo se detuvo por una fracción de segundo, con el odio grabado en cada línea rígida de su mandíbula. Luego se dio la vuelta y sin decir palabra salió por la gran entrada, sus botas resonaron con fuerza contra el suelo de mármol.
El eco persistió, burlándose de la súplica de Jessica.
El corazón de Jessica se hundió viéndolo claramente: Álex no tenía intención de salvar a Charles.
Charles se agarró el costado, temblando mientras un dolor insoportable recorría sus venas. El sudor le caía por las sienes, su rostro se había convertido en una máscara de pura agonía.
—¡Lo siento! —gritó, con voz temblorosa mientras luchaba por mantenerse erguido—. Por favor... solo dame el antídoto. ¡Juro que nunca más me cruzaré en tu