Jasmine salió apresuradamente por la imponente entrada de la mansión, con el corazón latiéndole con fuerza al ver a Álex esperándola junto a las rejas ornamentadas.
Sin decir palabra, lo rodeó con sus brazos, apretando el rostro contra su pecho.
—Solo... déjame quedarme así —susurró con voz temblorosa—. Lo necesito más de lo que puedo expresar.
Álex la abrazó con fuerza, su voz fue suave al decir. —Lo estás haciendo mejor de lo que crees.
Los ojos de Jasmine se llenaron de lágrimas. —¿Por qué, Álex? ¿Por qué nos está pasando todo esto? ¿Por qué no podemos simplemente reírnos como antes, cuando todo era sencillo? ¿Por qué esta lucha tiene que ser tan despiadada?
Él suspiró, apoyando la barbilla sobre su cabello. —Sabes la respuesta: tienes que protegerte.
Las palabras de ella temblaron con amargura. —Odio en lo que me he convertido, pero no hay otra manera.
Horas después, ambos se encontraban junto a las olas en la playa, la luz de la luna brillaba sobre las oscuras aguas.
Álex respiró