—¿Quién dice que no puedo curarlo? —inquirió Vincent con audacia, sus ojos eran brillaban con desafío.
—Mi medicina aún puede funcionar, pero si tú… clavas esas agujas extrañas en su cuerpo… ¡lo empeorarás! ¡Lo estarás matando!
Álex soltó una burla cortante. —¿Así que dices que esto es mi culpa?
—¡Claro que es tu culpa! Si algo sale mal, ¡asumirás toda la responsabilidad! —ladró Vincent.
En realidad, había estado en pánico, inseguro de si su tratamiento funcionaría, pero ahora que Álex había aparecido, arruinándolo todo, vio la oportunidad perfecta para culpar a otro.
“¡Gracias al cielo!” Pensó Vincent. “Por fin, un chivo expiatorio.”
Álex curvó los labios con sarcasmo. —No sirves para nada más que culpar a otros. No entiendo cómo puedes ser médico.
—¡Desgraciado! ¡¿Qué demonios dices?! ¡Te hare pagar por esto! —estalló Vincent, perdiendo la paciencia.
Álex ni siquiera parpadeó. Su mirada se volvió fría, tan afilada como una espada. —Adelante, inténtalo… si no te importa morir.
A Vince